CONTRASEÑA
Descubrir el placer a escondidas siendo niña, el amor, el afuera, la plata. “Tengo problemas con el dinero porque ahorrar siempre me pareció una mentira: el ahorro dice futuro”. Jacqueline Golbert escribe bien y desfachatado al mismo tiempo, como parece ser su vida. Narra relaciones familiares, viajes y la muerte en el espacio cotidiano. Lo hace desde una primera persona que intenta -interpelada- convertirse en un yo autónomo en medio de una especie de adolescencia infinita, de lucha con el pegoteo y la religión.
Contraseña es un libro donde pareciera que por fin la autora puede poner todo eso que tenía guardado -con contraseña- en algún lado, y casi no lo tuvo que elaborar, ya estaba ahí. Pero lo escribió, y es punk, está hermosamente logrado, y no te deja sacar la vista de las páginas hasta terminarlo.
LA GRAN OBRA
Al final de “Contraseña”, Jacqueline Golbert da un puntapié a lo que viene, ¿el segundo libro de una trilogía o una saga? Allí la protagonista es guiada por el deseo de ser libre en un entorno donde persisten las relaciones promiscuas y religiosas aunque se meta en otra familia, en otro trabajo y en otra casa. En este segundo libro ella es recepcionista en una inmobiliaria a la que llega a través de su mejor amigo del secundario y se ve atrapada en una nueva dinámica familiar.
La gran obra de Jacqueline es el bebé diabólico que tiene adentro, ese bebé que describe en un poema de otro libro. El afuera, es decir, el trabajo, la ortodoxia judeo argentina y los amigos, ayudan a crecer La Gran Obra que le dicta el bebé, y es su autobiografía.
Jacqueline cree en la amistad, en dios y en la perversión. Leerla es convertirse en ese bebé diabólico que piensa sólo en divertirse, en llorar y en devorar la historia.